El Desobediente Perro Pastor

En medio de la inagotable soledad del campo, Lisandro se lamentaba por la pérdida del inseparable compañero. Su perro pastor había muerto de viejo. Recostado sobre la pared de adobe de su rancho, no dejaba de pensar: <<Quien me va a ayudar a controlar el rebaño>>.
Al día siguiente se levantó temprano. Como estaba necesitando algunas cosas, después de unos mates, se encaminó hacia el pueblo.
Ni bien llegó, se dirigió hacia la plaza principal donde existía una feria con cantidad de puestos. Comenzó a recorrerla y adquirió lo que precisaba. Hasta que divisó a dos jóvenes que jugaban con un hermoso cachorro.
Cuando nuestro amigo vio al perro, le gustó de inmediato. Era de color negro con un triangulo blanco en medio del pecho y en cada extremo de sus patas, tenia como zapatitos del mismo color. Ignorando que eran un par de bribones, se aproximó a uno de ellos y le propuso comprárselo, los dos jóvenes se miraron sonrientes, enseguida se pusieron de acuerdo en el precio. Una vez que Lisandro pagó, ató una cuerda larga al cuello del animal y se fue muy feliz para su rancho. No se dio cuenta que los dos picaros lo seguían a distancia.
Ya era cerca del mediodía y hacia calor, Lisandro decidió al ver un frondoso ombú, descansar unos minutos al amparo de su sombra.
Los dos muchachos vieron la oportunidad, se acercaron sigilosamente y uno de ellos quitó la soga que sujetaba al perro y la puso en su propio cuello, mientras tanto el otro, feliz de haber engañado al hombre, emprendió el regreso hacia el poblado llevándose al animal.
Al rato Lisandro se despertó, y sin darse cuenta del cambio, reinició la marcha hacia su casa. Al llegar se dispuso desatar al perrito y ahí fue que advirtió que en su lugar, ¡había un chico!
– ¿Que estás haciendo aquí? – exclamó Lisandro sorprendido.
El pequeño delincuente con gesto muy triste, casi lloriqueando, explicó.
– Me he portado muy mal con mi madre, la hice renegar y le desobedecí. Como castigo me he convertido en perro. Pero ahora, como he sido comprado por un honesto y buen hombre, el hechizo se rompió.
– ¡Qué suerte has tenido bribón! – le respondió Lisandro quitándole la soga – Ahora ve, corre al lado de tu madre. Que esto te sirva de lección, y no la desobedezcas más.
Al día siguiente nuestro buen amigo, algo decepcionado por lo ocurrido, regresó al pueblo con intención de comprar otro perro. Al llegar a la plaza, se sorprendió, alcanzó a divisar otra vez a uno de los muchachitos, con el mismo cachorro del día anterior, entonces muy enojado se acercó rápido. El joven al verlo huyó asustado, y Lisandro mirando al animalito lo reprendió con dureza.
– Que pedazo de tonto eres. ¡Te advertí que nunca más volvieras a desobedecer a tu madre!

 


Posted 21 junio, 2015 by admin in category Cuentos

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